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- MOT.4 EJE 4: Territorio resiliente y adaptado
El quinto informe de evaluación del IPCC especificó que, a pesar de que a nivel planetario se neutralicen las emisiones de GEI, indiscutiblemente los efectos del cambio climático se encuentran en un estado de no retorno.
El cambio climático implica la transformación progresiva de variables climáticas, como el aumento de temperaturas o la variación en el régimen de lluvias, además de la alteración de los patrones habituales de eventos extremos, como la mayor severidad y asiduidad de olas de calor, las sequías o las lluvias torrenciales. Estos cambios repercutirán en la subida del nivel del mar o en la variación del régimen hídrico, que se traducirá a su vez en impactos, pero también en oportunidades en el medio ambiente, la sociedad y la economía. Estos impactos, entre otras muchas cuestiones, condicionarán la permanencia o, incluso, supervivencia de especies, el desplazamiento de ecosistemas, repercutirá en la productividad, los sistemas agrícolas, en la habitabilidad de los espacios, la salud humana, las condiciones turísticas, la seguridad, el empleo, etc…
Este hecho hace ineludible implantar en el territorio canario medidas de adaptación para reducir los impactos de dicho fenómeno en la forma de vida de las personas y en los ecosistemas, reconocidos por tener unas características únicas en el planeta.
DATO INFORMATIVO: Desde 1990 en Canarias se ha cuadruplicado el promedio de las olas de calor con unas predicciones que alertan del aumento de las temperaturas en las islas, condiciones que favorecerán la frecuencia y severidad de eventos extremos, tales como el incremento de tormentas tropicales, inundaciones, grandes oleajes, periodos de sequia e intrusión de polvo sahariano (Bramwell, D. 2019).

Figura 75 Impactos climáticos Fuente: Elaboración propia a partir de diversas fuentes
DATO INFORMATIVO: Las pérdidas económicas derivadas de unos fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes están aumentando. En la UE, ya representan una media superior a 12.000 millones €/año. La exposición de la economía actual europea a un calentamiento global de 3°C por encima de los niveles preindustriales daría lugar a pérdidas de al menos 170.000 millones €/año. También afecta a la salud y el bienestar de los europeos, que sufren cada vez más olas de calor: el desastre natural más mortífero de 2019 en todo el mundo fue la ola de calor en Europa, con 2.500 muertes. (Comisión Europea. Comunicado de prensa)
¿Cómo podemos prevenir y reducir los impactos a través de la ordenación urbanística?
Tal y como se expone en el epígrafe 7 ¿Cuáles son las claves para afrontar este reto? de la memoria de esta Guía, la respuesta para minimizar los impactos del cambio climático permite tres tipos de enfoque: la mitigación, la adaptación o no considerar dicho fenómeno.
Cabe señalar que aunque se reduzca e incluso se neutralice la emisión de GEI, el cambio climático se encuentra en un estado irreversible, siendo vital implantar en los territorios actuaciones de adaptación para reducir los impactos de éste en los ecosistemas, y en la forma de vida de las personas.
“Si bien la UE hace todo lo que está en su mano para mitigar el cambio climático, tanto a nivel nacional como internacional, también debemos estar preparados para hacer frente a sus consecuencias inevitables. Desde olas de calor mortíferas y sequías devastadoras, hasta bosques y costas diezmadas, erosionados por el aumento del nivel del mar, el cambio climático ya está pasando factura a Europa y a todo el mundo”
Es importante destacar que para que la mitigación sea efectiva, se requiere de una acción conjunta y coordinada a nivel internacional, sin bien, la adaptación está definida e implantada a nivel local, dado que las vulnerabilidades y los impactos son propios de cada territorio. Muchas de las medidas posibles cumplen la doble función de mitigación y adaptación, muestra de ello es el desarrollo la infraestructura verde urbana para fortalecer sumidero de carbono local (mitigación) y contrarrestar el efecto isla de calor (adaptación). La implementación de medidas de mitigación y adaptación al cambio climático también influirá sobre la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) generando sinergias o conflictos. A la hora de implementar medidas de mitigación y adaptación al cambio climático, es clave analizar las repercusiones directas e indirectas que éstas pueden tener, de manera tal que se maximicen las sinergias y se minimicen los conflictos.
Por su parte, es necesario reflexionar sobre lo que implicaría la no acción ante dicho fenómeno. La asunción de los impactos supondría mayores costes (económicos, personales, sociales y ambientales) e incluso podría verse comprometida la supervivencia de la sociedad tal como se conoce hoy en día, esta alternativa es, lógicamente, desaconsejada por la comunidad científica.

Figura 76 Esquema de las interrelaciones entre la adaptación, la mitigación y los impactos. Fuente: Elaboración propia a partir del IPCC 2007.

Figura 77. Transversalidad de las líneas de acción entre mitigación y adaptación.
Fuente: elaboración propia.
La Nueva Agenda Urbana define la adaptación como el “ajuste en los sistemas naturales o humanos en respuesta a estímulos climáticos reales o esperados o sus efectos, que modera el daño o aprovecha oportunidades beneficiosas” (CMNUCC). Este mismo documento define la resiliencia como la “capacidad de un sistema, comunidad o sociedad expuesta a amenazas, para resistir, absorber, adaptarse y recuperarse de los efectos de una amenaza de manera oportuna y eficiente, incluso mediante la preservación y restauración de sus estructuras y funciones básicas esenciales.” (UNISDR y WMO, 2012).
“Si bien la adaptación se refiere a cómo las prácticas actuales deben cambiar para adaptarse a las condiciones cambiantes, la resiliencia se refiere a las prácticas sociales, económicas y ambientales acumulativas que permiten que un área urbana resista los efectos de las condiciones cambiantes, incluidos los efectos del cambio climático. Incluye los sectores social y económico, así como la adaptación y la reducción del riesgo de desastres”. La Nueva Agenda Urbana se compromete a “incrementar la resiliencia de las ciudades frente al cambio climático y los desastres, como las inundaciones, los riesgos de sequía y las olas de calor; a mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición, la salud física y mental y la calidad del aire en los hogares y el ambiente; a reducir el ruido y promover ciudades, asentamientos humanos y paisajes urbanos que sean atractivos y habitables, y a dar prioridad a la conservación de especies endémicas” Nueva Agenda Urbana Ilustrada ONU-Habitat
Para afrontar una adaptación lo más adecuada posible capaz de prevenir y reducir los impactos del cambio climático a la vez que contribuya a la resiliencia del territorio y la sociedad que lo habita, se hace imprescindible identificar y cuantificar los riesgos para priorizar las medidas a establecer, teniendo en consideración las múltiples variables que inciden sobre la vulnerabilidad del lugar, ya sean físicas, sociales o culturales. Para ello, el análisis de riesgos y vulnerabilidades se deberá plantear desde una visión sistémica que permita realizar una valoración multi-criterio para atender a los diversos elementos que inciden en la fragilidad del lugar, considerando el grado de incertidumbre asociada a las proyecciones climáticas, para lo que es necesario acotar el alcance del estudio, de manera que sea abarcable.
De esta forma, será posible el fortalecimiento de la resiliencia territorial, mediante la adopción de medidas de adaptación adecuadas, contemplando su transversalidad con la igualdad de género y la equidad social, y siempre con la consideración de los cobeneficios de los servicios ecosistémicos, las soluciones basadas en la naturaleza (SbN), la gestión eficiente de los recursos naturales y reorientación de los modelos de ocupación hacia formas que permitan una mayor integración con el entorno desde las proyecciones climáticas.
Resulta clave para esta visión estratégica la transversalidad con la justicia climática, la buena gobernanza, el crecimiento sostenible, la investigación, el desarrollo, la innovación y la competitividad, para conseguir la deseada capacidad para resistir, absorber, adaptarse y recuperarse de los efectos del cambio climático de una de manera oportuna y eficiente, procurando la preservación y restauración de las estructuras y funciones básicas esenciales de nuestra sociedad.
Líneas
MOT.4.1 Línea 1: Territorio y sociedad vulnerables a los efectos del Cambio Climático.
El mejor conocimiento del territorio y de sus procesos, así como del clima y sus proyecciones a nivel local, suponen las bases para la incorporación de acciones operativas frente al cambio climático que permitirán actuar sobre el conocimiento científico y la responsabilidad multidisciplinar. Para una adecuada integración de la acción climática en el planeamiento urbanístico resulta indispensable identificar los riesgos y vulnerabilidades a través de una visión sistémica que permita tomar las decisiones oportunas con antelación y equidad, reduciendo la vulnerabilidad territorial de forma holística y transversal. La evaluación de estos elementos supone una valiosa herramienta de aproximación frente a los retos que han de afrontar los municipios canarios.
Desde el punto de vista de la adaptación a los efectos del cambio climático y de la capacidad de aumentar la resiliencia del territorio, es fundamental la investigación del fenómeno y de las características del medio a nivel local, para que, tal y como establece la Nueva Estrategia de la UE sobre adaptación al cambio climático, la respuesta pueda ser sistémica, inteligente y rápida frente a los riesgos. El mayor conocimiento y la consideración holística de los diversos aspectos que, teniendo como soporte el territorio suceden en él, influyen en su capacidad de adaptación y en la de la sociedad que lo habita.
MOT.4.2 Línea 2: Ocupación del territorio resiliente: adaptada e integrada.
Ante los previsibles efectos del Cambio Climático y los potenciales riesgos que éstos entrañan, una planificación inadecuada provocará una mayor vulnerabilidad y exposición de la población, el patrimonio natural y cultural y las actividades sociales y económicas que en un territorio se desarrollan.
Los instrumentos de planeamiento deben contemplar todos aquellos condicionantes que presenta el entorno, ya sea como amenaza o como potencial beneficio, para establecer la ordenación de usos y las determinaciones relativas a la forma de ocupar el suelo, así como las medidas necesarias de adaptación, de manera que se optimicen las condiciones del lugar y el potencial de los servicios ecosistémicos a través de las soluciones basadas en la naturaleza (SbN) en la senda hacia la adaptación del modelo de ordenación, la resiliencia del territorio y el bienestar de sus habitantes.





















