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- MTU.4 EJE 4. Resiliencia y adaptación de las infraestructuras de servicios esenciales
Dado que “la adaptación es específica del lugar y el contexto, y no existe ningún método único para reducir los riesgos que resulte adecuado para todas las situaciones”, lograr un conocimiento científico preciso de las condiciones climáticas actuales y de las proyecciones climáticas en Canarias, es indispensable para poder abordar las evaluaciones de vulnerabilidades, riesgos e impactos en sistemas e infraestructuras del metabolismo territorial y urbano afectados por el cambio climático.
A su vez, estos conocimientos son básicos para poder llevar a cabo una adaptación eficaz y la creación de resiliencia. La cual es una característica que constituye parte de la sostenibilidad y es un término que la incrementa, ya que hace posible que las infraestructuras existentes y las previstas puedan utilizarse y funcionen de una manera correcta en aquellos momentos más críticos.

Figura 27 Guías de adaptación Gobierno de España. Fuente: AdapteCCA
Líneas
MTU.4.1 Línea 1: Sistemas de infraestructuras sustentables y resilientes.
Un mejor conocimiento de los riesgos, vulnerabilidades e impactos es fundamental para priorizar y orientar adecuadamente las actuaciones para dirigirlas a prevenir los impactos y facilitar la recuperación tras los daños con la mayor rapidez posible. Para ello, es preciso descartar los enfoques sectoriales y considerar al territorio como una red de sistemas interdependientes en los que se establece que los servicios urbanos se encuentran interconectados entre sí.
Las infraestructuras y elementos que componen el sistema energético puede decirse que no forman parte de los procesos de adaptación, ya que están más relacionados con el consumo de recursos y es el principal emisor de GEI, por lo que se pueden hacer muchas actuaciones de mitigación de esos gases contaminantes más que de adaptación.
Sin embargo, existen una serie de riesgos derivados del cambio climático para el sistema energético en relación al suministro de energía primaria, generación de electricidad, transporte, almacenamiento, distribución y la demanda de energía. Por tanto, es preciso considerar las posibles afecciones del cambio climático a lo largo del proceso de transición hacia un sistema energético sostenible y eficiente para hacer que esté compuesto de infraestructuras más resilientes y ubicadas en el lugar idóneo para que, en el caso de ocurrencia de eventos extremos, sufran el menor daño posible y no se desabastezca a la población durante un período largo de tiempo.
De igual modo, el cambio climático está afectando de forma creciente a la distribución temporal y espacial de los recursos hídricos y a la frecuencia e intensidad de los desastres naturales relacionados con el agua, aumentando el estrés hídrico reflejado y la disponibilidad del agua, incrementando el riesgo de sequías, las cuales serán más repetidas, largas e intensas, y de inundaciones, con crecidas más frecuentes y caudales punta más elevados.
Un punto clave es la mejora de la resiliencia y la disminución de la vulnerabilidad de los elementos ubicados en las zonas inundables, la recuperación de las llanuras aluviales, la optimización de los sistemas de defensa son uno de los puntos importantes de actuación para mejorar esos dos conceptos. Asimismo, el fomento de las soluciones basadas en la naturaleza (SbN) que promueven cobeneficios para otros objetivos como el estado de conservación del sistema natural y los ecosistemas que lo conforman, la protección de la calidad del agua, la recarga de acuíferos o la conectividad ecológica. Siempre que sea posible, se utilizarán análisis coste-beneficio para la priorización de las medidas.
Al igual que sucede con las infraestructuras energéticas, las destinadas a la gestión de los residuos no forman parte de los procesos de adaptación al cambio climático, al estar más relacionadas con la descarbonización y la reducción de las emisiones de GEI derivadas de la degradación de la materia orgánica. Sin embargo, no están exentas de sufrir daños.
MTU.4.2 Línea 2: Resiliencia y adaptación del ciclo urbano del agua
Los núcleos urbanos llevan consigo ciertas actuaciones que afectan negativamente al medioambiente. El problema se encuentra en la combinación de la ocupación del suelo y la urbanización de entornos naturales, y por el otro, la cubrición de terrenos con capas impermeables de forma artificial (asfalto u hormigón) ya que se corta la comunicación entre el suelo y la atmósfera impidiendo la infiltración del agua en el terreno e imposibilitando la recarga de los acuíferos. Esto es lo que se define como “sellado del suelo”.
Siendo conscientes de lo anterior, y aplicando unas medidas específicas para cada una de las especificidades del ámbito de estudio y/o actuación de los planes urbanísticos, pueden llegar a mantenerse unos niveles de escorrentía asimilables a los naturales en donde pueda llegar a filtrarse el agua pluvial, se reutilice y se ayude al ciclo hidrológico a seguir su cauce.
Por todo esto, desde el planeamiento urbanístico hay que empezar a dar paso a un nuevo enfoque de planificación y urbanización que contribuya a crear zonas más sensibles a las aguas pluviales y a favorecer a la recarga de los acuíferos y no contaminación de las masas de agua subterráneas y superficiales. Esto incluiría la inserción de los denominados Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible y las soluciones basadas en la naturaleza (SbN).



























